Hoy voy a hacer un artículo especial, sí, voy a viajar hasta Canadá para visitar una de sus regiones vitivinícolas, pasear por una de sus bodegas, deleitarme con uno de sus exquisitos vinos y probar parte de su gastronomía ¿me acompañas en este viaje?
Canadá y península del Niágara (Ontario)
Canadá es el segundo país más grande del mundo después de Rusia ¡wow! Sí, una vasta extensión de territorio variopinto: montañas altísimas, prados verdes como el color de una manzana ácida, ríos de infarto, lagos de color azul turquesa, ciudades cosmopolitas y también regiones donde se produce vino.
Repartidas por diferentes zonas del país existen varias regiones productoras de vinos, pasando desde el oeste por la British Columbia hasta el este en la región de Ontario o subiendo al norte en Nueva Escocia.
En esta ocasión voy a visitar una de las zonas más famosas, la Península del Niágara (Ontario).
A lo largo de la orilla suroeste del lago Ontario, entre las cataratas del Niágara y Toronto, se extiende una zona, poco conocida pero con un clima privilegiado, que atrae a enólogos y elaboradores de todo el mundo. Una franja de terreno llano, de unos 8 kilómetros de ancho por algo más de 70 de largo, junto a las pronunciadas escarpaduras del Niágara, reproduce, durante el breve verano canadiense, las óptimas condiciones de cultivo de la vid que se dan en la región francesa de Borgoña.
Me topo con diferentes variedades de uva, responsables de algunos de sus vinos como la Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Gamay, Sauvignon Blanc, Baco Noir y Vidal, (ésta última responsable del exquisito Icewine con denominación de origen propia reconocida) entre otras.
Vislumbro paisajes imponentes y mientras camino entre los viñedos aún me pregunto cómo es posible hacer vino en una región con un clima tan extremo si a tan sólo 25 km de nosotros las Cataratas del Niágara se congelan en pleno invierno por alcanzar temperaturas de hasta -25 ºC o – 30ºC… Esto es la magia del vino.
Niágara-on-the-Lake
Visito el que es el pueblo más famoso de la región, Niagara-on-the-Lake, un pueblecito compuesto casi por solamente una calle principal, eso sí, con casitas y tiendecitas de estilo victoriano que quitan el hipo; tonos rosa, pastel, blanco se mezclan entre las vitrinas con chocolates, vinos y dulces tradicionales.
Serpenteando por el pueblo y camino hacia el hotel donde me alojo me topo con el embarcadero, un lugar con encanto que en verano rebosa de lugareños que pasan el día por allí; pequeñas embarcaciones, jardines, y por qué no barbacoas donde asar alguna carne o pescado. ¡Uno de los aldeanos me comenta que en verano se realiza una carrera en la cual se cruza el Lago Ontario desde Niagara-on-the-Lake hasta Toronto!
Con esta información y perpleja me dirijo a entrar en el hotel Harbour House Hotel, otro edificio muy acogedor también de estilo victoriano en el que me siento muy reconfortada.
La recepcionista me comenta que a las 16h hacen una degustación de vinos de la zona con quesos y pienso que es una gran idea con lo que ¡me apunto sin dudarlo! No defrauda, pruebo un blanco muy bueno a base de Pinot Grigio mientras me caliento al calor de la chimenea.
Bodegas Peller Estate
Hoy tengo reservada una visita a una de las bodegas de la zona, me he decantado por Peller Estate Winery a tan sólo 2km desde el hotel. Como está tan cerca y el paisaje es digno de ver, decido ir caminando hasta ella.
Peller Estate Winery es una bodega con orígenes familiares, en concreto de Hungría; comenzaron con una bodega más pequeña en la región de la British Columbia, también en Canadá, para años más tarde afincarse en Ontario.
Nada más entrar quedo maravillada con lo bien cuidados que tienen todos los detalles, el ambiente incita a sentarte en uno de los sofás con una copa de vino y esperar sin prisas que llegue la hora para la visita de la bodega, y así hago, no sin antes darme una vuelta por la tienda y tener entre mis manos una botella del preciado Icewine.
Visito primero la zona exterior donde tienen parte de sus viñedos y desde donde se aprecia una bonita explanada donde intuyo que en verano se realizan numerosos eventos sociales: bodas, recepciones, cocktails, sin duda, es un lugar privilegiado.
La guía es muy simpática y va explicando diferentes detalles sobre sus vinos, variedades de uva, etc. Algunos de los vinos que encuentro en esta bodega son: Baco Noir 2015, Sauvignon Blanc 2014, Riesling 2015, Merlot 2012, algunos espumosos como el Ice Cuvée Rosé y, como no, la estrella de la bodega Cabernet Franc Icewine 2013 o Vidal Icewine 2014.
Pasamos a la zona interior donde pruebo algunos vinos más, incluyendo uno de sus espumosos que realmente está delicioso. Creo que ya llevamos unas 4 o 5 copas y el recorrido es muy divertido.
Por último bajamos a una zona helada, sí, completamente helada porque lo llaman el Icebar, estamos a -10 ºC y es aquí donde pruebo por fin el Icewine en dos de sus variedades: Cabernet Franc y Vidal. Las dos están sublimes aunque me quedo con la Vidal, hacía tiempo que no probaba un vino dulce tan tan bueno.
La guía explica o justifica -si es que así se podría llamar-, por qué el precio de este vino es tan elevado (unos 55$ canadienses por 200ml de placer) Es un caldo que se recoge en cosecha tardía, por enero o febrero habitualmente, cuando las heladas empiezan a aparecer por la zona.
El nombre de Icewine no surge porque el vino se tenga que consumir helado (que sí frío) sino por la forma en cómo se recoge la uva. Tienen que esperar a los hielos para recoger de manera manual las uvas durante la noche; la guía explica que en numerosas ocasiones les ayudan de forma voluntaria estudiantes de una Universidad cercana que están especializándose en vinos y quieren ver de primera mano cómo se realiza la cosecha. Puedo sentir cómo las personas de esta región sienten y viven el vino, me resulta fascinante.
Al estar la uva casi helada la concentración de azúcares es elevadísima y por esta razón se obtiene un vino de estas características, dulce y denso, casi como un licor.
Tras la interesante explicación y degustación de varias copas de Icewine finalizamos la visita. Me dirijo de nuevo a la entrada y casi de casualidad me topo con uno de los restaurantes de la bodega, en manos del Chef Jason Parsons, un reputado cocinero que hace que no pueda resistirme a sus platos. He sido atrevida y pido un menú degustación sorpresa, no sé lo que van a traerme pero estoy segura que será bueno y desde luego no defrauda. Unas vistas inmejorables, una comida excelente y unos vinos propios ¿qué más puedo pedir?
Termino el día con esta visita, es hora de volver a casa y llevo en mi mente todos los sabores, contrastes, paisajes y conocimientos que he adquirido. Sin duda ha sido un viaje que ha merecido mucho la pena.
Espero que con este artículo os haya transportado aunque sea un poquito hasta la Península del Niágara y que tengáis ganas de descubrir algo más. ¡¿Ya habéis pensado cuándo haréis vuestro viaje a Canadá?
Publicado
16/01/2017