Entiendo cuán intimidados se sienten hoy en día muchos organizadores por la preponderancia de internautas, bloggers en directo y ávidos usuarios de Twitter que asisten a sus eventos –asistentes que no dejan de enviar mensajes de texto el tiempo suficiente como para echar un vistazo al escenario, hagas lo que hagas–. Su incesante tecleo y su negativa a participar hacen que sea difícil para cualquiera que esté cerca de ellos sentirse conectado a un evento en directo y transmitir la sensación de que la auténtica acción ocurre en otra parte.
Pero simplemente porque no siempre se puede derrotar a estos individuos no quiere decir que haya que seguir su ejemplo.
Con las prisas de conectar con la generación web, demasiados organizadores han incorporado tecnologías de networking en sus eventos, sin haber entendido del todo cómo funcionan dichas tecnologías y cómo actúan sobre nosotros. A su vez, obtienen resultados imprevisibles o contraproducentes.
El mes pasado, por ejemplo, me tocó presentar una de las principales ponencias de la Web 2.0 Expo, en el Javits Center de Nueva York. Me gustan los eventos en directo porque me brindan la oportunidad de probar ideas, ver qué reacción sucintan y refinarlas antes de incorporarlas en libros o charlas más formales. Este evento me dio la oportunidad de presentar mis ideas ante varios miles de los pensadores y empresarios más destacados de Internet.
Al llegar a la sala de descanso, el ambiente ya estaba caldeado. Danah Boyd, una brillante teórica de la Web, relataba cómo se había “recuperado” de una angustiosa ponencia que había presentado el día anterior. Todo el mundo le consolaba, asegurándole que lo ocurrido no era “para tanto”. Antes de que yo pudiera enterarme de lo que estaba hablando, me llevaron al escenario.
Cuando vi con mis propios ojos lo que había hecho el organizador, no quería subir al escenario. Lo que se había hecho en un alarde de ingeniosidad era colocar una pantalla gigante –más grande que cualquier pantalla de PowerPoint– detrás del lugar reservado para los ponentes– a fin de que se pudieran mostrar en tiempo real los “tweets” de los asistentes a la conferencia y de otras personas que seguían el acontecimiento a distancia.
Ahora bien, ¿por qué estaría yo en contra de algo así? Por los mismos motivos que Boyd el día anterior: la gente utilizaba la pantalla para intercambiar chistes y realizar comentarios despectivos. Y ella no podía ver nada de eso. En su lugar, por razones que no atinaba a suponer, el público ante ella estallaba de repente en carcajadas en los momentos más inoportunos de su charla. Ella estaba realizando una presentación en directo, ante un público presencial, la mayoría del cual estaba enfrascado en otra cosa.
Al colocarme detrás del atril, me di cuenta de que la situación iba de mal en peor. La primera fila de asientos estaba al menos a 15 metros del escenario, me cegaban unos focos potentes y todo el público estaba oculto en la oscuridad. Se suponía que se había hecho así para hacer que los webcasts se vieran mejor, pero lo único que conseguía era hacer que me sintiera completamente solo, desconectado y –prácticamente– como una presencia “virtual”. Sencillamente podría haber realizado mi presentación desde casa, utilizando el software iChat que tengo instalado en el portátil (al menos pudiera haber vigilado los comentarios que se iban publicando en la pantalla a mis espaldas).
Retrospectivamente parece sencilla la lección de dicho fiasco. No malgastes tiempo y energías en hacer que un evento en directo funcione bien en Internet, a expensas del evento. Pero hay una lección más profunda: si entiendes las tendencias inherentes –los prejuicios, por decirlo de otra manera– de las tecnologías y los medios que incorporas en tus eventos, podrás utilizarlos efectivamente cuando quieras y prescindir de ellos, sin culpabilidad o dudas, cuando opines que son superfluos.
Un alimentador Twitter en directo funciona muy bien para transmitir información sobre tu evento más allá de su celebración. Es un medio que se adapta bien a la distancia, a lo remoto. Por supuesto debes permitir su uso. Si has organizado un buen evento, los asistentes querrán decir a todo el mundo dónde se encuentran y lo que están haciendo. Es posible que incluso quieran disponer de un canal de retorno para conversar con otros delegados sobre algo que están viendo juntos o para avisar los unos a los otros sobre dónde está la acción. Lo cierto es que esto distrae a los asistentes a los acontecimientos en directo, pero también es exactamente cómo muchas personas funcionan hoy en día en el mundo real –y, ya que estamos, ¿por qué no utilizarles para realizar la tarea promocional por la que se han ofrecido voluntarios?–.
Pero colocar un alimentador Twitter en directo detrás del ponente le predispone a la humillación. Esto, después de todo, es la única auténtica recompensa de los comentarios en directo que no puede ver. (Es por este motivo por el que los comentarios que aparecían en pantalla a espaldas de Boyd eventualmente se tornaron en chistes escatológicos sobre sus atributos físicos.) Se trata del tipo de iniciativa orientada a la participación pública vía la Web que quizá suene bien en teoría, pero que sólo estropea eventos y mina la buena voluntad en el mundo real.
Y vivimos en el mundo real, después de todo. El contacto en directo es la única ventaja competitiva que tus eventos tienen sobre el networking mediado y, para empezar, el mejor motivo para reunir a la gente en un espacio real.
Ésa es la razón por la que he empezado una nueva columna en One+: para estudiar las tendencias de las técnicas y tecnologías que incorporamos en nuestros eventos y para desarrollar una serie de directrices sencillas para que los organizadores de eventos en directo pueden distinguir aquéllos que acercarán más a los asistentes de aquéllos que les separarán innecesariamente.
Mientras tanto, si quieres compartir una experiencia, pensamiento o pregunta sobre algo que has visto o estás pensando en utilizar, envíame un correo electrónico. One+
DOUGLAS RUSHKOFF es autor cuya obra más reciente se titula Life Inc: How the world became a corporation and how to take it back. Asimismo es profesor de Ciencias de la Communicación de The New School en Nueva York. Para contactar con él envíele un correo a rushkoff@rushkoff.com.
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Publicado
12/01/2010