Entonces y ahora:
Entonces:
Antaño teníamos dos números de teléfono: el de trabajo y el de casa, líneas convencionales ambas.
Ahora:
En la actualidad podemos tener hasta una docena de conexiones de telecomunicaciones (dos líneas telefónicas convencionales en nuestro domicilio particular, dos líneas convencionales en el trabajo, una directa y otra general para consultas, un fax en casa u otro en el trabajo, un número de busca, una dirección Skype, un teléfono móvil, el móvil del cónyuge y los de los hijos, y una larga etcétera.
Entonces:
Solíamos tener dos direcciones: la particular y la profesional (postales ambas).
Ahora:
Además de estas direcciones físicas, tenemos ahora múltiples direcciones de correo electrónico, docenas de contraseñas para cuentas online, direcciones Web, direcciones para servicios de mensajes instantáneos, nombres de usuario, y así sucesivamente. También tenemos el spam, los virus informáticos, los gusanos, los caballos de Troya, los ataques de phishing (el robo de identidad), los programas de adware, y toda una variedad de aplicaciones perniciosas en la que pensar cuando utilizamos estas tecnologías.
Entonces:
Algunos de nosotros solo disponíamos de tres canales de televisión, y para cambiar de canal teníamos que levantarnos, acercarnos al aparato y girar el dial.
Ahora:
Hoy en día tenemos cientos de canales (la mayoría de los que no vemos nunca) y unos mandos a distancia cada vez más complejos para la televisión, el DVD, la grabadora de DVD, el reproductor CD/MP3, el VCR, el TiVo, el DirectView y el equipo de home theatre, que aparecen alrededor del sofá como si de setas se tratasen.
Entonces:
Antes disponíamos de un puñado de aplicaciones tecnológicas para etiquetas, contactos y distribuciones.
Ahora:
Ahora hay más de 1.200 productos tecnológicos para reuniones, divididos en 29 categorías principales, de los que elegir.
Entonces:
En 1993 había tan sólo 130 sitios Web.
Ahora:
Actualmente hay nueve mil millones de páginas Web indexadas, una cifra que aumenta por millones cada día.
La frustración del cambio
Una de las mayores frustraciones que produce la tecnología es el hecho de que todo ha vuelto mucho más complicado. Proliferan las opciones; los programas tienen más características; hemos de seguir aprendiendo simplemente para mantenernos al día. Esta obligación empieza a hacer mella en muchas personas. Lo que suele hacer algunos es desconectar, lo que constituye una importante barrera para la adopción de la tecnología en el lugar de trabajo.
Charlotte Kamermaans, del Nederlands Congres Centrum, que asistió a una sesión, celebrada en Sudáfrica, en la que hice de mediador, resume la frustración que sienten muchas personas: “No quiero tener que aprender cómo funciona cada producto tecnológico que sale al mercado; ¡sólo quiero que funcione el maldito chisme!”
¿Por qué se han complicado tanto las cosas?
Vivimos en una época única de la historia. Los cambios que tendrán lugar en nuestra sociedad serán tan profundos como los de la revolución industrial, pero ocurrirán en una fracción del tiempo. El ritmo del cambio se acelera; la mitad de los científicos que ha tenido la historia están vivos en la actualidad y mejor conectados que nunca gracias a Internet. Vivimos un renacimiento del descubrimiento científico sin precedentes. En la próxima década habrá cambios revolucionarios en el mundo empresarial y en la sociedad en general.
Lo negativo es que este periodo puede denominarse con toda justicia “adolescencia tecnológica”; los cambios no han madurado y, al igual que la torpeza y los granos de algunos adolescentes, el grado actual de adopción tecnológica se encuentra en plena pubertad. Sencillamente, el desarrollo no ha alcanzado aún la plenitud.
¿A dónde nos dirigimos?
Se han hecho avances. Los ordenadores actuales son más fáciles de usar y más fiables que hace 10 o 15 años. Rara vez aparece hoy en día la “pantalla azul de la muerte” (indicio de una caída informática generalizada). Sin embargo, estamos muy lejos de “sólo quiero que funcione el maldito chisme”. Con el desarrollo de los ordenadores y el software que les hace funcionar, creo que pasarán a un segundo plano.
Con los primeros coches que se manufacturaron, el conductor-mecánico tenía que apearse cada dos kilómetros para arreglar el motor. Ahora, casi cualquiera puede montarse en un coche, girar la llave de contacto y ponerlo en marcha, sin tener que pararse a pensar en la mecánica del motor de combustión interna. Creo que los ordenadores y el software se desarrollarán de modo similar. “Agentes de software inteligentes” aprenderán a anticipar nuestras preferencias. Todo será más fácil.
Las tendencias convergentes (es decir, la convergencia de la telefonía, la informática y la televisión/radio) hacia un flujo de información basado en Internet facilitarán las cosas en gran medida. Dentro de varios años puede que todos tengamos una sola dirección para recibir comunicaciones; un único número “de teléfono” que podamos filtrar selectivamente o activar y desactivar, que será nuestro de por vida. Esta única fuente nos proporcionará, entre otras cosas, comunicaciones de voz, correo electrónico, acceso Web, televisión, radio, sistemas de trazado de mapas/de posicionamiento geográfico, y un monedero electrónico. Este dispositivo único también podría servir de mando a distancia universal para todos nuestros electrodomésticos.
La Web semántica permitirá que los ordenadores “entiendan” los contenidos de la Web y los clasifique según nuestras preferencias individuales, lo que facilitará su uso.
La plaga del spam y los virus se verá reducida en gran medida por nuevos protocolos de autenticación de usuarios que se están desarrollando.
En resumen, los sistemas inmaduros y poco manejables con los que trabajamos ahora madurarán y se volverán cada vez más fáciles de usar. Piensa en los coches, la red eléctrica o los sistemas de abastecimiento de agua y de saneamiento. Estas “utilidades” no son demasiado problemáticas; los malditos chismes funcionan gran parte del tiempo.
¿Qué podemos hacer mientras tanto?
No hay soluciones fáciles; puede resultar difícil acelerar el proceso de maduración, como saben muy bien muchos padres con hijos adolescentes. He aquí algunas sugerencias que podrían ser de alguna ayuda para enfrentarse a los retos mientras tanto:
- Respira hondo y acepta que es imposible aprender o tenerlo todo. Encuentra las herramientas que te den los mejores resultados y sé abierto al cambio.
- Aprende de tus amigos y colegas. Descubre qué es lo que funciona bien para ellos y aprended los unos de los otros.
- Búscate un mentor tecnológico, uno que esté muy versado en la materia y dispuesto a ayudarte (tal vez aportando ideas o ayudándole con sus puntos débiles).
- Asiste a las reuniones de asociaciones del segmento de reuniones. La tecnología es siempre un tema muy actual y, al participar en este tipo de sesiones, se pueden obtener muchas ideas vanguardistas y enterarse de las últimas tendencias.
- Suscríbete a las publicaciones y newsletters del sector (como TechTalk, la newsletter gratuita de Corbin). Se trata de una de las mejores formas de mantenerse al día de los avances tecnológicos más importantes.
- Adopta y apoya las iniciativas para introducir estándares voluntarios, como los APEX (Accepted Practices Exchange) del Convention Industry Council, una organización general coordinadora que representa 31 de las asociaciones más destacadas del segmento de reuniones. El desarrollo y la adopción de unos estándares voluntarios es probablemente la iniciativa que más contribuya a la maduración tecnológica del segmento, cuyo futuro desarrollo dependerá de la existencia de unos estándares voluntarios; sólo de esta manera podremos estar en la misma página, electrónicamente hablando; sólo así podremos pasar de un sistema de tratamiento de datos analógico (basado en papel) a uno electrónico.
- Adopta una actitud más abierta hacia el cambio tecnológico. Aquéllos que lo hagan serán más competitivos y productivos en el mercado. El “Darwinismo digital” está vivo y coleando en el lugar de trabajo.
A medida que nuestra sociedad madura a lo largo de este periodo, mi consejo es que disfrutemos del viaje. La resistencia al cambio es algo innato en la naturaleza humana, pero los beneficios para los que lo aceptan incondicionalmente pueden ser considerables.