Desde el otro lado del atril

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Los conferenciantes son seres raros. La mayoría de nosotros tiene un ego del tamaño de Texas y exigencias peculiares que pueden sacar a más de un organizador de reuniones de sus casillas. Nuestras supersticiones sobre cómo conseguir una ovación cerrada quizá sean más numerosas que tu público. Podemos ser tan melindrosos como las estrellas del rock y tan impredecibles como los adolescentes. No nos pueden controlar, pero sí que nos pueden manejar.



Cuéntanoslo todo sobre el público

Puede que creas que no te estamos escuchando cuando hablas sin parar de las estadísticas demográficas, los objetivos, los roles y los datos sobre los asistentes al evento. No obstante, sí que somos todos oídos. No tenemos elección si queremos adaptar nuestro discurso al público y personalizar nuestros planteamientos. Sé valiente y sugiérenos los nombres de algunos asistentes típicos a los que podríamos entrevistar. Tú les conoces, nosotros no. Has visto a conferenciantes anteriores tener éxito o fracasar, y sabes por qué. Comparte lo que sabes con nosotros.



Déjanos ayudarte con el marketing

Lo cierto es que hay ocasiones en las que estamos tan agobiados que apenas somos capaces de indicar qué tipo de audiovisuales vamos a necesitar o nuestra hora de llegada. Pero somos a menudo una mina de ideas y recursos para el marketing. Disponemos de material, que, con unos pequeños retoques, se podría divulgar unos meses antes de la celebración del evento. Hemos visto en eventos anteriores cómo han promocionado, divulgado y posicionado nuestras presentaciones de un sinfín de formas distintas. También podemos sugerirte ideas para la celebración de sesiones concurrentes y para las presentaciones del próximo año.



No te olvides de informarnos sobre cualquier peculiaridad o sensibilidad

Dinos en tu opinión qué es lo que es único, raro o atípico del público. Mantennos al corriente de cualquier aspecto que pueda tener alguna relación con nuestro tema, la duración de nuestra presentación o nuestro estilo. Si supiéramos que el presidente de la asociación había dimitido el día antes de nuestra llegada, tal vez replantearíamos cómo darle las “gracias” cuando se nos presente. Infórmanos sobre los chistes que se han contado para que no los repitamos. Si el público es mayoritariamente demócrata, baptista o marciano, dínoslo. Queremos tener éxito, además de dejarte en buen lugar por habernos contratado. Para ayudarnos a asistirte debes contarnos lo que sabes.



Si tienes una petición especial, pídenosla con antelación

Si quieres que asistamos a la recepción de bienvenida, tenemos que saberlo con antelación a fin de reservar el billete de avión un día antes. ¿Quieres que nos sentemos al lado del presidente durante el desayuno? En caso afirmativo, envíanos su currículo con antelación. ¿Prefieres que nos quedemos después de nuestra presentación para la pausa para café? Entonces, dínoslo antes de que lleguemos para que podamos indicarle al taxista cuándo debe recogernos.



No intentes decirnos cómo debemos realizar nuestro trabajo

Si dudas de nuestra profesionalidad, rogamos que contrates a otro conferenciante. Déjanos hacer lo que nos pagas por hacer. Si queremos acercarnos al público, no nos obligues a permanecer en el estrado. Si elegimos permanecer de pie durante lo que nos toca de la mesa redonda, no insistas en que nos sentemos. Si hemos pedido un micrófono inalámbrico de mano y está disponible, no nos des uno con auricular simplemente porque el conferenciante anterior había pedido uno. El éxito de cada conferenciante se rige por una serie de factores únicos y vitales. Debes respetarlos, en lugar de suponerlos.



Programa los ensayos para cuando la sala esté vacía

Los conferenciantes creen que sus apariencias deben ser hasta cierta medida hechizantes. Incluso cuando nuestros egos están bajo estricto control, seguimos pensando que el público prefiere que a la persona bajo los focos le rodee algo de misterio. Así que rogamos encarecidamente que no nos obligues a probar micrófonos o comprobar el orden de las diapositivas cuando el público está desayunando en la sala de reuniones. Si nos vemos obligados a “revelar” nuestro material antes de la presentación, esto chafa cualquier elemento de sorpresa.



Respeta nuestros momentos de intimidad

Los primeros tres minutos de una presentación son los más importantes; es cuando nos compenetramos con el público. También es el momento cuando hay más probabilidad de que nos sentamos un poco inquietos mientras que sopesamos al público y cogemos ritmo. Podemos hacerlo a la perfección si tenemos tiempo para mentalizarnos antes de salir al estrado. No nos lleves de un lado a otro para presentarnos a todos los directivos a los que nos es “imprescindible” conocer, cuando tenemos que estar a solas con nuestros pensamientos. Ahorra las presentaciones para luego. Y es posible que prefiramos esperar entre bastidores, en lugar de entretener a los asistentes en la mesa de inscripción.



Interviene por nosotros

Una vez en el estrado, tenemos muy poco control sobre el entorno. Si el nivel de sonido está demasiado bajo, es más probable que alcemos la voz en vez de dar indicaciones al técnico de sonido. Si el personal al fondo de la sala está hablando demasiado alto o haciendo ruido con el menaje, no vamos a interrumpir la presentación para regañarles. Necesitamos que intervengas por nosotros. Si los asistentes tardan en regresar a la sala después de la pausa para café, encárgate de pedirles que se den prisa para que la presentación pueda comenzar a tiempo. Si nuestra presentación está programada para terminar a las doce del mediodía, un retraso nos obligará a elegir entre sobrepasar el límite de tiempo (y dar la impresión de ser poco profesionales) o intentar hacer toda la presentación en el tiempo que nos queda (y también quedar mal ante el público).



Sé sincero cuando nos proporcionas retroalimentación

Todos queremos seguir haciendo bien nuestro trabajo. Lo que supone que necesitamos retroalimentación sobre lo que funcionó con el público y lo que no. Nos interesan tus opiniones, pero lo que realmente queremos saber es cómo les ha parecido a los asistentes. Consíguenos retroalimentación cuanto antes. Rogamos que no nos dores la píldora. Puede que nos pongamos mohínos en privado, pero solo podemos mejorar con la candidez.



Si te ha gustado nuestro trabajo, recomiéndanos

Nos encantan los halagos, pero nos gustan más las recomendaciones. Si te ha gustado cómo trabajamos, ponlo por escrito en papel de membrete. Nos encanta recibir correos electrónicos de felicitación, pero podemos utilizar las cartas como recomendación para futuros trabajos. Diles a tus colegas qué es lo que te gustó de nuestra labor. Las recomendaciones son tan bien recibidas como los honorarios.



La profesión de conferenciante puede ser solitaria. Viajamos solos, nos alojamos en hoteles desconocidos, asistimos a conferencias donde no conocemos a nadie, y como llegamos tarde o nos marchamos antes de tiempo nos quedamos con la sensación de haber perdido algo. No obstante, si los organizadores nos ayudan a sacar lo mejor de lo que nos encanta dar, la nuestra no tiene por qué ser tan austera.



CHIP R. BELL es conferenciante, afincado en Dallas, y autor de varios éxitos de ventas, como el último libro que ha publicado, que se titula Customer Loyalty Guaranteed (La fidelidad de los clientes garantizada). Para contactar con él, escríbele a www.washingtonspeakers.com.

Publicado
07/12/2007